miércoles, 6 de noviembre de 2013

En 10 Líneas
Por: Pedro Gómez

            *Espionaje vs Libertad y Democracia

1980 es la película. El gran hermano, una sociedad vigilada donde la vida se convierte en espectáculo y la vida privada se vuelve pública. Nada hay oculto para el gran hermano. Los ciudadanos se acusan mutuamente, la inocencia se pierde y sólo hay un objetivo, mantener el poder
Un mundo feliz, otra cinta donde los seres humanos son controlados, educados para vivir como obreros, intelectuales, científicos, maestros y clase gobernante. Todos son seleccionados desde su nacimiento, criados para ser perfectos en sus labores, facilitando el control mediante una droga idiotizante.
Tiene años que escucho de espionaje, de control, de conocimientos y poder, de corrupción e intrigas. Durante décadas escuchar telefónicamente fue un delito, aunque eso no fue obstáculo para que el gobierno espiara a las personas.
Actualmente se oye de sistemas como el Echelon, el Harp o series televisivas (Person of interest) que incluyen el espionaje como una forma de mantener el equilibrio económico, político y social, del lado de quienes ejercen el poder.
El Estado de México en su capital Toluca, ha tenido casos de espionaje telefónico hace menos de 10 años.
Sin embargo, el bombardeo de medios de comunicación con mensajes que justifican el espionaje y hacen ver a los espías como personas que siempre hacen bien, porque siempre ganan los buenos. Y de lo importante que es dar información y acusar a familiares, amigos, compañeros y colaboradores, a favor del interés público, me hace pensar que estamos entrando a la formación de una identidad social que corromperá al hombre y la mujer en lo individual, porque todos van a acusar a todos. La murmuración, el engaño, la mentira se justificarán si se logra el objetivo.
El gran hermano tendrá información suficiente de todos, controlará a todos, definirá quienes pueden ser parte de cada clase y mantendrá el poder a un a costa de la libertad civil y contra todo derecho humano.
El equilibrio entre el bien y mal necesita contrastes. Lo blanco se sabe que es blanco porque hay negro. Si justificamos acciones que resten fuerza a la democracia, al respeto, al acuerdo, al amor a nuestros semejantes, nosotros mismos sufriremos esas consecuencias. No todo debe ser negro. Y quizá, no logremos que todo sea blanco, pero debe existir equilibrio, contraste, acuerdo para que el poder y la autoridad se practiquen para servir a las personas.

El conocimiento y ejercicio de la vida democrática, no debe provenir de acciones que resten libertad y derechos, sino del respeto y capacidad de negación ante acuerdos benéficos para la mayoría.

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